La Formación de la Personalidad y Los Valores Espirituales

La Formación de la Personalidad y Los Valores Espirituales

I

En Jóvenes Alcohólicos Anónimos como su nombre lo indica, llegan los jóvenes. Tan jóvenes llegamos que no teníamos ni bienes materiales, ni espirituales, ni personalidad.


                                                         Foto: Sasha Ascencio

Cuando hice mi primer contacto con el alcohol, fue precisamente el momento en que pensé que “lo único que me hace falta para ser un adulto, es beber, como hacen todos los adultos”. Reconocimiento, éxito, ser alguien en sociedad, así somos de adolescentes, buscamos algo, buscamos lo que adolecemos, y si nos preguntan qué es lo que buscamos diremos muchas cosas, pero ninguna en concreto.

Tratamos de darle sentido a nuestra existencia, y en ese momento de estudiante, de hijo de familia, de deportista, de amigo, de novio, ya no es suficiente ¿qué me hace falta? Beber (o drogarme) como los adultos. Y ese fue el inicio de mi carrera alcohólica. Muchos que lean esto, quizá, pasaron por algo similar y no se volvieron alcohólicos como fue mi caso, esas personas deben saber que no todas las personas tienen está susceptibilidad al alcohol como yo. Aquellos que son susceptibles al alcohol, al tener contacto con él, desarrollamos una urgencia sin razón por beber: porque juega nuestro equipo, porque tengo una novia o porque ya me dejó, porque me invitan los amigos o porque no me invitan, porque me dieron un diploma en la escuela o porque no obtuve ninguno, porque creo tener todo o porque creo no tener nada; y esta hábito por beber por todo y por nada desarrolla en nuestro organismo una alergia por el alcohol, tal como sucede con aquellos que no pueden dejar de beber “cocacola” como si fuera agua corriente, ellos desarrollan diabetes, infartos(*), nosotros alcoholismo.

En este punto, antes de continuar, es importante aclarar que cuando nos referimos al alcohol, nos referimos a cualquier tipo de droga que altere nuestra mente y nuestras emociones.

Así es como llegamos los jóvenes a AA, sin personalidad ni valores espirituales. Creíamos, solo creíamos tener una personalidad y ciertos valores, pero no era así.

Muchos de nosotros nos enseñaron algún tipo de practica sobre religión, católica, cristiana, evangélica, o quizá muchos que se digan venir de una familia atea, sus padres trataron de enseñarles valores morales como ser honestos, responsables, trabajadores por mencionar algunos. Bien, esa enseñanza tanto de la religión o de valores morales no sirvieron de nada, antes de nuestro contacto con el alcohol nos servía para alimentar nuestro ego, para hacer lo que todo mundo hacía, pero nunca fue como jóvenes, que realmente nos interesara la práctica de esos principios espirituales o morales que escuchábamos, no, no nos interesaba, había que cumplir las exigencias de los padres o la familia pero no tenía mucho sentido practicarlas cuando lo que yo buscaba, no era convertirme en santo ni miembro de la vela perpetua.

Así que cuando hice contacto con el alcohol y mi susceptibilidad me condeno a seguir bebiendo, me olvidé de todos esos principios y procuré satisfacer mis instintos sexual, social, económico. Entonces perdí la voluntad, ya no era yo sino mis instintos gobernándome. Perdimos el control y ya no lo recuperamos, el alcohol nos había arrebatado nuestra voluntad y la había hecho añicos. Hicimos cosas que no queríamos.

Así llegamos los jóvenes a AA. Sin una personalidad, sin valores, y esta es la primera etapa de un largo proceso formativo y espiritual que nos tiene reservados el programa de AA si no nos apendejamos, primero, este reconocimiento básico pero no sencillo de que no tengo voluntad para resistirme al alcohol, que si alguna vez creí tenerla no fue así, el alcohol ha destruido mi voluntad.

Gerardo A.

(*) Se asocia el consumo de bebidas azucaradas con un mayor riesgo de infarto cerebral

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